martes, 20 de octubre de 2015

Manzanillas silvestres


 Las manzanillas de mi barrio no eran verdaderamente manzanillas sino florcitas silvestres que crecían al borde de los calles de tierra. Estas eran muy parecidas a las margaritas pero pequeñas y no tenían ni aroma ni sabor. Eran muy vistosas y alegraban el camino a la escuela o a la parroquia, sabíamos que empezaba el calor cuando aparecían de golpe y así también desaparecían en invierno. Con mis hermanas jugábamos a hacer comidas con ellas y nos quedaban nuestras manos amarillas. Pero casi siempre arrancábamos un ramo para regalarle a mamá que sonreía y agradecía como si le hubiésemos regalado las flores más lindas del mundo. Las ponía en agua y decía lástima que no tienen perfume. Regresé a mi barrio y las pocas cuadras de tierra que quedan allí, estaban la florcitas de mi infancia, ahora que vos no estas,  puedo decirte te equivocaste mamá estas flores hoy tienen tu perfume.
Simplemente Carmen 

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