viernes, 29 de agosto de 2014

Carol y Julio: Una historia de amor


"Tu mano escribe, junto a la mía,
 estas últimas palabras en la que el dolor no es,
 no será nunca más fuerte que la vida
  que me enseñaste a vivir.”
Julio Cortázar


En este espacio queremos rescatar a  Carol Dunlop (1946-1982) ella fue una escritora, traductora, activista y fotógrafa. Nacida en Quincy, Massachusetts, Estados Unidos, de Daniel y Jean (Ayers) Dunlop, se casó con el escritor François Hebert, con quien tuvo un hijo, Stephane (n. 1968). La pareja se estableció en Montreal, Quebec, Canadá. En la década de 1970 Hebert y Dunlop se divorciaron, y Dunlop se trasladó a París.
A finales de 1970, Dunlop se casó con el escritor y activista Julio Cortázar. Acompañó a numerosos destinos a Julio Cortázar y, a veces viajó sin él. Entre los lugares que visitó en el curso de su activismo político están Nicaragua y Polonia, en el último de los cuales participó en un congreso de solidaridad con Chile.
Murió dos años antes que Cortázar y está enterrada en el cementerio de Montparnasse junto a la tumba del escritor. 
(Extracto de Wikipedia)

Los autonautas de la cosmopista: Una linda locura

  
Carol no sólo fue la musa inspiradora de Cortázar, sino su compañera de aventuras, una de ella dará origen al libro Los autonautas de la cosmopista, la siguiente son cuatro preguntas realizadas a Carol con respecto al libro.

¿Qué es ‘Los autonautas de la cosmopista’? En palabras de Carol Dunlop, “una linda locura”. Ella y Julio viajaron de París a Marsella en una camioneta Volkswagen y escribieron un libro sobre la experiencia. Cada día se detenían en el primer aparcamiento que encontraban “tomándoles el pelo a los antiguos exploradores, y gozando de la ironía de tomar el camino más rápido y más ‘civilizado’ para hacer un viaje realmente de tortugas”.
¿Por qué lanzarse a la carretera? Carol y Julio estaban enfermos. El médico del escritor se mostraba reacio a que dejara su domicilio en París, pero la experiencia de sus viajes a Guatemala había sido excepcional. “Hace años que no había visto a Julio tan bien”, escribe Carol Dunlop. En unas vacaciones en Marsella, fue ella quien tuvo que ser ingresada en el hospital. Tras su recuperación, la pareja invirtió seis días en llegar a París en automóvil para que Carol no se desgastara en esas condiciones. Fue en esos días cuando planearon hacer el camino contrario: por autopista, pero a la velocidad del caracol.
¿Cuánto duró la aventura? Del 23 de mayo al 26 de junio de 1982. La pareja tuvo que modificar su idea de detenerse cada día en cada aparcamiento de la autopista, ya que había 66 y disponían de poco más de un mes para su viaje. Finalmente, decidieron recorrer dos zonas de descanso por día. En diez días, habían recorrido 140 kilómetros. ¡A 14 kilómetros por día!
¿Qué sintieron durante el viaje? “Lo más impresionante es tal vez que desde el segundo dí, encontramos tan normal vivir así (…). Vamos descubriendo cada vez más la otra autopista, esa misteriosa y secreta vía paralela en donde al final es un poco ‘todos los parkings el parking’”, escribe Carol Dunlop tomando prestado el estilo de Cortázar. La mujer de Cortázar –se habían casado un mes antes– no puede ocultar el entusiasmo de vivir como dos náufragos en el asfalto: “Estamos felices, locos, hemos por fin entrado en un espacio que nos da tiempo. Es todo escritura, música, lectura, erotismo”. También menciona a los amigos que se acercan para llevarles provisiones como si fueran dos expedicionarios en una peligrosa misión.
¿Cuándo terminó el viaje? A finales de junio, Carol y Dunlop regresaban a París. Les esperaba un año lleno de planes laborales; entre otros, la publicación de ‘Los autonautas de la cosmopista’. “Julio me prometió que el 83 será un año sabático”, escribe Dunlop, que no llegó a vivirlo, ya que murió en noviembre de 1982. Julio Cortázar falleció dos años más tarde.
Diario El País

Extracto del libro para quedarnos con ganas de más…

Donde la Osita habla al Lobo y todo queda dicho para siempre

"Con una voz quebrada, más de una vez me has dicho: "Eres tan joven". No te equivocabas, pero qué velo te ha impedido ver todos esos años que también yo llevo conmigo, años de una edad mucho mayor que ...

- ¡No me hables del tiempo!

Pero sí, hablemos, nosotros que no somos niños; estamos, estamos en el tiempo como en este viaje: dentro. ¿Es que no ves que no hay ya cuatro ni tres ni dos tiempos?
Tantas veces me he precipitado en el abismo negro que sé que es caminar en la oscuridad. Y cortar mil veces , diez mil veces seguidas la cabeza de la hidra, sin hacerme la ilusión de que le impido proseguir todavía y siempre su siniestro crecimiento. Años creyendo o no en un nacimiento hecho para permitirle a la muerte tomar el sol, otros para teñirla de colores violentos: nos reconocemos.
Por el momento, gran lobo marino, bogamos sobre un agua calma, clara, sólo agitada por visiones de riberas donde horrores, torturas y guerras se agitan y nos acechan. Pero nuestras olas sólo forman una vasta ondulación que respira al ritmo de nuestra locura. Luz, y la oscura pasión que nos empujará hasta el fin , siempre hasta el fin y más lejos. Allí donde te estrecho como si nuestras pieles fueran a disolverse al contacto de una con otra, hacer de nosotros un solo ser invisible.
Tu voz es clara, pero cuando viene ese velo de tristeza, cuando apenas empezado el viaje dudas nuevamente de su término, ¿cómo callarme, y cómo hablar? A su tiempo esa tristeza, mi amor, a su tiempo todavía lejano y doble. Por grande que sea la oscuridad, no hay negrura que me haga retroceder.

Tú, y todavía tú.

A fuerza de nadar en las grandes aguas negras, se aprende a flotar en la oscuridad. Boya de las peores tinieblas. Excluidas ya las vejeces humillantes, las pesadillas sanitarias; y el resto no es para ahora y ya no hay más soledad posible. ¿No has comprendido qué regalo de la vida fue que no murieras hace un año? Corte. Partida. Y lo desconocido que se tiende por muchos años todavía, si quieres explorarlo con tus ojos de niño.

Dulce confusión cuando el suelo tiembla al sol y vibras contra en alrededor de mi cuerpo.
No abandonaremos la autopista en Marsella, mi amor, ni en ninguna parte. No hay otra vuelta atrás que en espiral."


Por último queremos compartir una carta escrita a su amiga Silvia Monrós-Stojanovic:

13-XII-82

Silvia, vendrá el día que pueda escribirte o verte –que sería mejor. Ahora no puedo,  vivo en otro plano el de las palabras, y si tu carta me trae tanto es por el cariño por Carol y por mí, no alcanzó a responderla, creo que comprenderás y que vendrá un día que por fin hablaremos. Tal vez en el 83 me venga a verlos y conocer tu país. No tengo planes sólo pienso en terminar el libro que hicimos con Carol y yo y que tengo que completar solo ahora. Se lo debo, quiero que salga, en este momento es la única manera de seguir junto a ella, hablándole y escuchándola.
Te quiere
Julio
                                                                                                                             

   

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