sábado, 7 de junio de 2014

La otra cara de la moneda

O supongamos que una mujer tiene diez monedas de plata y pierde una. ¿No enciende una lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?  Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo; ya encontré la moneda que se me había perdido.” Les digo que así mismo se alegra Dios con sus ángeles por un pecador que se arrepiente.
Lc 15, 8-10

Esta es una de las parábolas de la misericordia, contadas en el Evangelio de Lucas, donde las protagonistas son las mujeres, las que buscan y se alegran.  Podríamos preguntarnos cuál y cómo es esta moneda perdida. Es una moneda de dos caras, dos rostros. No existe uno sin el otro. Quizás lo que pasa es que conocemos un lado de la moneda: el rostro masculino o del varón. Nos  hace falta encontrar la moneda  y ver el otro lado de la humanidad: que es el rostro femenino. Sólo así podríamos decir que conocemos una única moneda, que es el ser humano en sus dos expresiones: varón y mujer, hechos a imagen y semejanzas de Dios.
Quiero invitarlos a todos, varones y mujeres, quitarse la venda de los ojos, a encender la luz y a barrer juntos la casa. Se trata de buscar esa moneda preciosa y perdida que es el rostro de la mujer, su identidad y lo que significa para cada uno y cada una, descubrimos al mismo tiempo al varón, lo que nos hace distintos y los dos imagen de Dios. En última instancia se trata de preguntar por Dios en la mujer: ¿Qué nos quiere comunicar Dios a través de nuestro ser  de mujeres?
Esta tarea no es únicamente de las mujeres, es tarea de todos. Algo importante en la parábola es que la protagonista es la mujer y es ella la que en su búsqueda encuentra y descubre la moneda y con ella recata al varón y a su vez descubre a Dios.
Juntos tenemos que caminar en comunidad y dar los pasos: ver, pensar y actuar con Jesús: con la  vida y la experiencia  que cada una tiene y junto con otras que tenemos que encender las lámparas, con las escobas, las palas, el machete, la maquina de coser, la ollas, la computadora o los libros, busquemos limpiar nuestro mundo, sociedad, iglesia y familia de los prejuicios sobre la realidad de la mujer.
Pienso que seremos felices y podremos hacer una fiesta y regocijarnos entre todos si logramos encontrar esa moneda perdida,  hacer conocer la  verdad de las dos caras. Volveremos al camino de hermandad donde el varón y la mujer sean una sola moneda, reflejo de Dios, donde el varón y la mujer podamos vernos sin vergüenza, cara a cara y podamos ser y existir como iguales. Dios tiene mucho que comunicar al mundo a través del rostro femenino.

(Méndez Peñate Adriana, La Buena Noticia desde la mujer.)

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