Por una democracia para todas
“Los derechos no se
mendigan, se conquistan,
ese es el espíritu que nos anima a continuar
la lucha”.
Nacida en Cuneo, en la región de Piamonte, Italia en 1873 bajo el nombre de Julia
Magdalena Angela Lanteri, aún era una pequeña niña de sólo seis años de edad
cuando llegó a la Argentina
junto a sus padres inmigrantes, quienes buscaban un lugar donde establecerse y
echar raíces, y sin saberlo llegaron precisamente al que sería el lugar en el
mundo para Julieta.
Durante muchos años la familia Lanteri residió primero en
Buenos Aires y luego en la ciudad de La Plata , trabajando día y noche para darle a su
hija la oportunidad que ellos no habían podido tener. Así fue que Julieta
ingresó al prestigioso Colegio Nacional, y posteriormente, al cumplir los 18
años comenzó la carrera de Medicina en la Universidad. Para
lograr su sueño debió luchar contra una sociedad machista, además de solicitar
un permiso especial al decano de la alta casa de estudios, ya que por aquella
época las ciencias de la salud eran una profesión negada a las mujeres.
De esta manera, se convirtió en la sexta médica que logró
obtener su título en el país, y al poco tiempo comenzó una gran amistad con la Dra. Cecilia
Grierson, con quien fundó la Asociación Universitaria
Argentina. Pero además, aquella amistad también había surgido debido a los
profundos pensamientos feministas que ambas compartían, y que en definitiva las
hicieron luchar de manera permanente para conseguir que la sociedad tomara
conciencia del respeto hacia los derechos de las mujeres.
Aquella ideología la llevó en 1906 a integrar el Centro
Feminista del Congreso Internacional del Libre Pensamiento, que se llevó a cabo
en Buenos Aires, y en el que participaron mujeres que cambiarían por completo
la historia de la Argentina ,
como es el caso de Alicia Moreau, Sara Justo y Elvira Rawson, entre otras, y
cuya labor se centró en el reclamo permanente por los derechos cívicos
femeninos en la Argentina.
Junto a la primera médica egresada la Dra. Cecilia
Grierson, fundó en 1904, la Asociación Universitaria Argentina, con el
objetivo de que más mujeres accedieran a la educación universitaria. En 1906
integró el Centro Feminista del Congreso del Libre Pensamiento que se hizo en
Buenos Aires, junto a otras feministas como Elvira Rawson, Sara Justo, Petrona
Eyle y Cecilia Grierson, que reclamaban por los derechos cívicos de la mujer. Junto
con su amiga Raquel Camaña, se interesó por los derechos políticos de la mujer
y por la situación de la infancia. En
1911, ambas fundaron la Liga
pro Derechos de la Mujer
y del Niño, que dos años después organizó el Primer Congreso del Niño en
nuestro país.
En 1910, al nacionalizarse argentina y en el contexto del
debate sobre la reforma electoral que llevaría a la llamada Ley Sáenz Peña, la
doctora Lanteri hizo una presentación judicial muy particular: reclamó que se
le reconocieran plenos derechos como ciudadana, incluidos los políticos. Lo más
curioso es que el fallo de primera instancia, luego refrendado por la Cámara Federal ,
resultó favorable. El juez E. Claros decía: “Como juez tengo el deber de
declarar que su derecho a la ciudadanía está consagrado por la Constitución y, en
consecuencia, que la mujer goza en principio de los mismos derechos políticos
que las leyes, que reglamentan su ejercicio, acuerdan a los ciudadanos varones,
con las únicas restricciones que, expresamente, determinen dichas leyes, porque
ningún habitante está privado de lo que ellas no prohíben”.
Fue así que el 16 de julio de 1911 Julieta Lanteri fue la
primera mujer incorporada a un padrón electoral argentino, y en las elecciones
del 26 de noviembre de ese año fue la primera sudamericana que pudo votar. Lo
hizo en la mesa 1 de la segunda sección electoral de la Capital Federal ,
en el atrio de la iglesia de San Juan donde el presidente de mesa era nada
menos que el historiador Adolfo Saldías, “quien le manifestó su satisfacción
por haber firmado la boleta de la primera sufragista sudamericana”.
La reforma electoral sancionada en febrero de 1912, que
democratizaba el sistema electoral al disponer su carácter secreto y
obligatorio, imposibilitó que las mujeres recurriesen al trámite seguido por
Julieta Lanteri unos meses antes. Al establecer que el padrón electoral correspondería
al empadronamiento para el servicio militar, restringido a los ciudadanos
varones, la ley “expresamente” establecía una “restricción”. Julieta exigió que
se la incluyese en el padrón militar, pero no la aceptaron, lo que no impidió
que siguiera luchando y fuera por más: ahora daría batalla para ser candidata.
Presentó ante la Junta
escrutadora el siguiente escrito: “siendo ciudadana argentina, por
nacionalización y, en virtud de sentencia de la Corte Suprema , no
figura mi nombre en el padrón electoral, no obstante las gestiones que he
realizado con tal propósito. Creo, sin embargo, que ello no constituye
impedimento alguno para la obtención del cargo de diputado, y ya que la Constitución Nacional
emplea la designación genérica de ciudadano sin excluir a las personas de mi
sexo, no exigiendo nada más que condiciones de residencia, edad y
honorabilidad, dentro de las cuales me encuentro, concordando con ello la ley
electoral, que no cita a la mujer en ninguna de sus excepciones”.
E inmediatamente decidió crear su propia agrupación, bajo la
denominación de Partido Nacional Feminista, fundado en el mes de abril de 1919
y con el cual Julieta Lanteri se presentó como candidata a diputada. Esto la
convirtió en la primera mujer candidata política. Sus folletos inundaron las
calles de Buenos Aires, y muy pronto su slogan fue reconocido popularmente: “En
el Parlamento una banca me espera, llevadme a ella”. En los comicios alcanzó a
conseguir un total de 1730 votos, por supuesto todos masculinos, ya que las
mujeres aún no habían conseguido el derecho a votar.
Su candidatura no alcanzó las cifras esperadas y Lanteri no
pudo ingresar al parlamente. No obstante, jamás se desanimó y decidió continuar
en la lucha, para lo cual convocó a Alicia Moreau de Justo para desarrollar un
empadronamiento provisorio femenino, y luego de aquello, un simulacro de
votación, el cual tuvo lugar en plena Plaza Flores logrando la participación de
más de 4000 mujeres.
Finalmente, su lucha valió la pena, y en 1920 fue incluida
en la lista del Partido Socialista junto a Alicia Moreau de Justo y el Senador
Dr. Juan B. Justo. En 1924, año en que triunfó el Dr. Alfredo Palacios, Julieta
lo siguió en cantidad de votos obtenidos y su preponderancia en la política
nacional creció notablemente. Aquello la convirtió en un personaje temible para
ciertos sectores poderosos del país, por lo que cada vez cosechó más enemigos.
El final de su vida llegaría abruptamente el 23 de febrero
de 1932, cuando en un extraño accidente un vehículo la atropelló en la esquina
porteña de Diagonal Norte y Suipacha. Julieta Lanteri tenía 59 años, y si bien
la muerte acalló su voz, su lucha fue heredada por miles de mujeres que
siguieron sus pasos, y que finalmente lograron que en el año 1947, gracias a la
iniciativa constante de María Eva Duarte de Perón, se sancionara la Ley 13.010, que permitió a las
mujeres acceder a las urnas, participando políticamente en el sistema
democrático argentino.
Su última vivienda se conserva en la localidad de Berazategui, actual panadería " |
Fuente: Graciela Marker Para Planeta Sedna
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