( Reflexión hecha a partir de Jn. 20,11-18)
La tristeza invade mi alma,
las lagrimas corren en mis mejillas.
No sé dónde estás.
¿Dónde han puesto
el cuerpo de mi Señor?
Sólo encontré una tumba vacía,
y así también me siento yo,
Sólo encontré una tumba vacía,
y así también me siento yo,
parte de mí se murió
el día que lo mataron,
sólo quiero despedirme.
Dime cuidador
dónde lo pusiste,
y yo lo buscaré.
Pero tus palabras
me despertaron
me
mostraron la realidad,
tu dulce rostro
tu dulce rostro
y la ternura de tu voz
me recordaron el día
que me liberaste,
desde ese día te seguí,
desde ese día te seguí,
en tu boca mi nombre
parece fiesta, ánimo y dignidad.
Ahora sé que estás vivo para siempre.
Raboni, maestro mío,
quiero que siempre
estés a mi lado.
Pero tú me confías una tarea,
Pero tú me confías una tarea,
y desde ahora yo anunciaré
lo que he visto y oído.
Y nadie me callará
porque no todo está perdido
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