jueves, 31 de julio de 2014

Tejedora de sueños

Me cautivó la mirada aquella mujer,
y detuve mis pasos.
Su mano encallecida,
testigo fiel de sufrimientos y sinsabores,
se movía como una mariposa, entre los bolillos,
como quien acaricia una nube.
Lentamente,
como una gota besa una estalactita,
como el agua del río acaricia los tajamares,
iba brotando una melodía de encajes y de ternuras,
El tiempo se había detenido conmigo
para contemplar la escena teñida de encanto.
Y pensé:
¡cuánto encaje de bolillos ha hecho Dios conmigo!
¡cuánta ternura en sus manos
para hacer encaje de mis hebras,
para modelar mi arcilla reseca,
para afinar la melodía de mi vida
con tantos desafinos descolocados!
Se cruzaban los hilos, se anudaban mil veces,
¡ay! y se rompían...
pero aquella mujer, de la mano del tiempo,
no perdía la sonrisa
y su mano se volvía caricia inquieta,
y empeño sereno por acabar su obra.
Y al final
vio que todo era bueno.
María Teresa Arias
    
   

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